domingo, 24 de abril de 2011

Toca, hoy toca.

No quiero abandonar esta aventura, por eso toca decir algo, lo que sea. Y dejarme llevar por montones de ideas que se agolpan aquí dentro, en un punto incierto entre la frente y el corazón. A veces es un blog el que desencadena el proceso, otras son cartas de amigas en soportes diferentes. Mi amiga va a reconocerse, porque me lee y me comenta, es un pilar desde hace 9 años en mi vida, pero igual no se lo he dicho como debiera, igual debí ser más constante... igual...

Me inspiran sus notas en el FB. Unas porque no pienso igual que ella y por eso aprendo. Otras porque pienso exactamente igual y me asombran... otras, como la de hoy, porque me imagino así: viajando con mi marido y mis hijos y disfrutando los cuatro (en su caso cinco) de una tarde de parque de atracciones, de tapas, de paseos, de metros, buses y trenes... Porque miro a través de su ventana las cosas a las que inconscientemente renunciamos cuando la vida nos pone ante tesituras inimaginables.

Un día viajaremos con una agenda apretada de actividades, lo sé. Incluso ahora podemos hacerlo, pero condicionar a todos por cambios de humor imprevisibles, porque dejamos atrás la brocha, la llave, el móvil o el boli verde... porque no quiere dormir, comer, andar o ir hacia la izquierda, la derecha o el centro... en realidad da igual la dirección, porque él siempre tiene una idea contraria. Condicionarnos, repito, a sus no-sabemos-como-va-a-reaccionar-ante-un-cambio no compensa la tremenda ilusión que me hace llevarlos a un parque de atracciones a disfrutar. Solo eso.

Y viajar sin él no procede, señoría.

martes, 12 de abril de 2011

De la rabia

Rabia que siento en días como hoy. Cuando, una vez más, una nueva batería de pruebas dan como resultado el humo... Un humo que me ciega y donde debería haber felicidad por no encontrar nada, hay dolor por no comprender. Qué injusta existencia racional que nos hace buscar imposibles dentro de nuestras (valga la redundancia) posibilidades.

Un cerebro morfológicamente perfecto alberga una capacidad cognitiva no tan perfecta y una incapacidad: la mía. Me siento incapaz de decirle ahora mismo a mi alma que esto es una jodida lotería, que le ha tocado. Sin más. Me siento incapaz de respirar sin que se me cierre la traquea y el aire pase rajando más que aliviando, porque me ahoga la pena. Me siento incapaz de mirarme en el espejo y rendirme, de dejar de buscar respuestas que me calmen hoy.  Solo hoy.

Porque mañana, tal vez, será otro día.