miércoles, 29 de agosto de 2012

La ternura

Dormías a mi lado. Poco y mal, como sueles. Te mueves, te rascas, suspiras, respiras... al final dejo de abrazarte en un esfuerzo por hacer otro bis a bis con Morfeo, arañando el final de las vacaciones. Ya no aguantas más, te levantas y te vas.

Molesta, y tras unos minutos de intensa lucha por despegarme de la almohada, hago lo mismo, y salgo en tu búsqueda. Ya nos conocemos demasiado bien como para saber que la casa a solas y tú  no sois buena combinación.

Y ahí estás, tumbado en el sofá, con el mando en la mano mirando la nieve de la tele que no acaba de sintonizar... Compungido me dices que está rota y yo, mágica por exposición a ti durante estos 10 años, con un solo click sintonizo "La casa de Mickey Mouse".

Empiezas a obedecer a Mickey que quiere llevar un pajarito rojo de vuelta a su hogar, le das "uvas" al pajarito, llamas a Doodles, cuentas hasta tres, ríes, apremias, conduces y eliges.

A mí, sin que apenas se note, me implosiona el pecho. Una onda de calor y ternura sin parangón brota de todas partes y me transporta flotando hasta el ordenador, para decirle al mundo lo que siento.

Deberías estar disfrutando de la entrada del Málaga en la champions, o estar excitado porque empiezas 5º de primaria, pelearte con tu hermano por la wii o negarte rotundamente a cambiarte el bañador en público. Y sin embargo, aquí estamos viendo a Mickey Mouse. Puede que debiera entristecerme por todo lo que no eres, pero sé lo mucho que te ha costado entender que los dibujos te hablan a ti. Así que hoy celebraremos este gran triunfo. Porque eso sí que es una victoria, lo del Málaga que lo celebren los demás...


lunes, 13 de agosto de 2012

Hoy una súplica

Perdóname. Por haberte sacado a este mundo, que te juzga y me hiere. Que me impide avanzar siendo más madre, que me limita y me agota, que me hace humana. Tú no necesitas una madre humana, necesitas la fuerza de mil titanes. Yo pierdo la fuerza, la paciencia y hay días en que el amor se me escapa corriendo por los cuatro costados. Perdóname por romper el cordón umbilical, porque tú te sientes aun como parte mía y yo quiero, me empeño, en darte unas alas enormes y unas tijeras aun más enormes que corten ese cordón. Lo siento. Porque quiero a ratos que seas de otra forma y esa querencia absurda me consume, porque de alguna forma eres ese trozo de mí que nunca perdió la inocencia, eres el reflejo de una infancia que ya casi no recuerdo. Tu pureza, tu sencillez... en lugar de admirarla y protegerla me empeño en ensuciarla y en complicarla cada día exigiéndote un poco más. Más allá de ti mismo, de tu comprensión, de tu tolerancia, de tu capacidad de entrega, de tu risa fácil y tu llanto aun más fácil. Porque te quiero y me duele no ser la persona que mereces. Porque te hago daño y me hago daño. Son heridas que no se ven y que tú olvidas en una fracción de segundo, lo que tardas en preguntarme, de nuevo, si te quiero mucho. A mí las heridas me duran mucho más, soy un viejo reloj oxidado y roto que ha olvidado ajustarse a ti. Soy yo la que tiene que cambiar. Soy yo la que no comprende nada. Soy yo la que te necesita para respirar. Perdóname. Mil veces más, hoy más que nunca.