martes, 14 de mayo de 2013

Correr

Me ahogo. Me fallan las fuerzas y solo llevo en marcha 2 minutos. Y justo ahora viene lo peor: esa dichosa cuesta en curva que hace que parezca una sardina escalando un árbol... Pero me acuerdo de ti. Te veo golpeando tus puñitos haciendo el gesto de "trabajar" y gruñendo, no quieres trabajar y yo te obligo con el ceño fruncido. Eso me da fuerzas, si tú puedes yo puedo. Y sigo corriendo, lo justo para alcanzar los siguientes minutos. Miro el reloj... ¿¿¿ccóooommoooo??? aun me quedan 4 minutos para que suene la campana que marque los primeros 15 y creo morir, pienso en rendirme... Y vuelves a apoderarte de mi mente: ahora estás esforzándote porque entienda qué significa "samanía", me sonríes y lo repites, una y otra vez "mañana, 'samanía', verá mami?", y de pronto caigo en el contexto "¡ah sí!! mañana es el último día, ya no hay cole" y sonríes feliz de que te entienda. ¡Qué bueno!, eso me hace llegar a los 15 minutos y camino otro minutito, antes de la siguiente serie. Mente en blanco, solo pienso en recuperar la respiración. Un minuto que se hace pequeño, insuficiente. Pero suena y corro, más, poco más, pero corro. Y entonces ya no eres un flash en la mente, eres un continuo...
Te veo en la puerta del colegio el primer día, ahora subo la cuesta como si llevara alas en los pies.
Te veo con los cubiertos comiendo como un niño mayor, creo que puedo alcanzar a tu padre que corre delante mío.
Te oigo usando el  mami para llamarme después de 4 años de espera, no estoy cansada.
Te duchas solo, te vistes solo, hablas con la gente, saludas, ríes, escribes... y la respiración se calma...

Han transcurrido los 16 minutos y me has traído hasta la puerta de la casa. Tú no eres una persona, eres un motor a tracción. Tú consigues que quiera y, lo mejor, es que consigues que pueda.