lunes, 29 de abril de 2013

Prefiero vivir en una película Disney.


Hoy quiero decirte que sufro de la forma más absurda. No cuando me dices que un niño de sexto te ha cogido por el cuello en el recreo, que también. Ni cuando me cuentas que te dicen palabrotas y cosas feas, que también. Tampoco cuando miras sin ver a los niños que juegan, que por supuesto que también... Sufro viendo películas de Disney. Porque todas están dirigidas a ti y a mí.

Incluso Lilo y Stitch. Tú eres Lilo, y yo soy Stitch, intentando entrar en tu mundo, cansada como estoy de hacerte ver el mío como si fuera algo que merece la pena. Quién fuera Rapunzel y tener una torre altísima en la que solo entraran luces de colores, y gente buena. De esa gente buena que te quiere porque ve dentro de tus ojos, más allá de lo aparente, de lo preestablecido. Quién pudiera comprarte una selva y perdernos en ella, como Tarzán y su madre Kala, para decirte que nuestros corazones latieron juntos en el mismo cuerpo una vez, durante 9 meses, aunque yo sea pasable y tú extraordinario. Quién pudiera observarte desde el infinito transformado en oso, como Kenai,  soñando con alcanzar las luces de la aurora boreal que tocan el suelo, en algún punto incierto entre la ciencia y la magia. Quién fuera gárgola para darle alas a Quasimodo y que se anime a salir de la torre del campanario de Notre Dame, sin importar los prejuicios, ni las miradas, ni los miedos.

Dame un segundo delante de la pantalla de la tele, contigo o sin ti. Dame una hora y transformaré la realidad en una película de dibujos. Dame un día, un año o una vida... solo necesito una vida entera para cambiar este mundo que es tan feo que pare niños de sexto curso capaces de insultarte y cogerte por el cuello.

Ignorantes, cafres, malditos todos.



jueves, 4 de abril de 2013

Es de bien nacidos...

Es muy inquietante saber que me leéis. Estoy segura de que no doy la impresión de ser una persona que tiene mucho que decir.Que hablo mucho sí, pero sin  nada especialmente importante que decir. Y sin embargo,  ahí estáis, leyendo. Leyéndonos. Eso me genera una responsabilidad. Y creo que me gusta.

Entonces es el momento de pararme y reflexionar. O simplemente de daros la gracias. Yo soy muy pesada y doy las gracias por todo, por si acaso mañana viene un platillo volante, me abduce y nunca más volvéis a saber de mí. Imaginaos, yo en el zoo de seres humanos del planeta Cucurrucucú Paloma pensando "jooooo, debí ser más agradecida con los que se quedaron en La Tierra" y sin poder ponerle remedio. Inadmisible.

Así que voy a saldar la deuda. Gracias a los que me leéis incondicionalmente, de los cuales unos dejan rastro y otros no. Unos me lo decís en la calle cuando me veis, y otros no sabéis ni quién soy (ni falta que hace tampoco, ¿verdad?). Unos incluso me recomendáis y otros sufrís en silencio como en aquel famoso anuncio de la televisión. A todos os debo la constancia y la querencia. La comprensión y la capacidad de abrir vuestras mentes. De ver el mundo con mis ojos, que presentan la deformación profesional que te imponen las vicisitudes de la vida.

A pesar de mis tristezas, de mis lamentos, de mis penas, no os dejéis engañar. Soy inmensamente feliz, porque tengo un tesoro lleno de días, de vida, de luces, de color y de millones de sonrisas. Todo lo voy guardando en una cajita y de vez en cuando los saco a pasear en este blog. Un blog que no es el mejor, ni yo la bloggera ideal. Pero tiene un protagonista que es para conocerlo y vivirlo.

Os lo presto. Mi Salva es vuestro Salva. Y esa es mi forma de daros las gracias.