miércoles, 14 de enero de 2015

Alea jacta est

Me paso la vida sentenciando. Dando alas, cortando amarras, liberándote de cargas, todas esas cargas que la historia nos impuso. Todas las cuerdas que te anclan, que me ahogan, que nos impiden crecer.

Mi última sentencia es dejarte viajar. Sin mí, sin nosotros, tu núcleo. Y estás tan feliz, que me parece que no eres tú. En realidad yo no he hecho nada más que dar mi consentimiento a la aventura loca del viaje de fin de curso. Eres tú el que ha decidido ir, no podía ser de otra forma es lo que me parece que dicen tus ojos, como si te extrañara que hubiera otra opción...

Pero la hay, claro que la hay. La opción conservadora de dejarte en casa, al calor de nuestros besos de esquimal, de tus mimos y de tu genio endiablado. Me cuesta verte como un adolescente cuando te peleas con todos por poner Caillou en la tele, cuando lloras amargamente por los peces de colores, cuando te niegas a distinguir la M de la T... No me parece que tengas (casi) 13 años, porque a fuerza de pelear día a día el tiempo se me ha escapado de las manos.

Y sin embargo, he envejecido durante estos (casi) 13 años y siento la espalda cargada con una mochila llena de decisiones, o de sentencias.

Alea jacta est. Es hora de darte tus alas, porque confío. Simplemente confío.