martes, 19 de julio de 2016

¿Por qué?



Conocía que tenía un hijo con algún tipo de discapacidad pero no sabía cual era... he visto el vídeo rular por internet y hasta ahora como que me resistía a mirarlo, porque Aberasturi es una persona que me gusta mucho, como piensa, como se expresa en general, y sabía que verlo hablar de su hijo me iba a calar muy hondo.

Me gusta eso que expresa, me gusta que haga una distinción entre el amor inapelable que sentimos todos hacia nuestros hijos, lo que hacemos a diario, lo bello que es compartir el día a día, como madre de Salva me identifico porque no hay fisuras en mi amor a él. Pero... siempre hay un pero, ¿verdad?, esa distinción hacia la reflexión objetiva del porqué... Por qué pasa esto y para qué...

A veces creo que es más fácil ser creyente y aferrarse a algo que a mí, personalmente, me parece una absurdez (perdonadme mis palabras, porque respeto profundamente a la gente que cree pero yo dejé de hacerlo hace tiempo), eso de que son ángeles del cielo, o que vienen a darnos lecciones de vida o que Dios elige las familias adecuadas... Mi crecimiento personal no viene dado por Dios, viene dado por las ganas de levantarme día a día a seguir luchando contra molinos de viento: unos días los molinos son los calcetines, otros días es la lectroescritura, otros es que deje de pegarse cuando se frustra... ¿De verdad mi hijo necesitaba ser así para darme una lección de vida a mí y al mundo? Y cuando su hermano se vaya a hacer su vida y él se quede siempre con nosotros, ¿quién va a aprender con esto?, ¿yo?, ¿su padre?... ¿la vecina del 5º?

Y puede parecer que hablo desde el rencor, no por favor, no me malinterpreteis, igual que no se le ve a Aberasturi amargado, ni desabrido cuando habla de sus circunstacias. Ahí estamos todos luchando batallas invisibles que van más allá de lo que mostramos en público, él lleva 35 años, yo 14 y muchos más llegarán, la lista es larga, larguísima. Y seguiremos dando testimonio y visibilidad, luchando por la inclusión, la pertenencia y la igualdad de oportunidades.

Pero a veces, muy de tarde en tarde, yo también lo miro cuando está abstraído en sus cosas, jugando a que me arregla la mesa del comedor, o tarareando en su idioma propio las canciones que suenan en sus móviles Nokia de principios de siglo... lo miro, y también, igual que Andrés Aberasturi, me pregunto "¿por qué?"