domingo, 29 de mayo de 2011

Gallinita ciega


El patio de una casa, las risas de dos niños que juegan a la gallinita ciega. Nada especial parece que ocurre, y sin embargo ocurre. Uno de los niños, el mayor, juega y se deja hacer por el pequeño. No es la primera vez en 7 años, claro, pero sí una de las más significativas... dejarse poner una venda en los ojos, dejarse instruir por su hermano pequeño sin que haya intervención de un adulto... Jugar juntos como si no hubiera diferencias entre ellos. Y en realidad no las hay, son solo dos niños diviertiéndose en el patio de su casa.

Un observador ajeno no notaría nada extraño, pero yo, observadora implacable, testigo forzoso de este largo proceso, sé lo mucho que les ha costado llegar hasta aquí. No siempre se han entendido, muchas más veces de las que me gustaría se ignoran o se hieren o me hieren a mí con sus enfados y peleas, con esa capacidad de estar a medio metro y no verse, ni sentirse. Tantas veces pensé que no se quieren: Salvador por no comprender a Eloy, y Eloy abrumado por el peso de la responsabilidad injusta de ejercer otro papel, el del hermano mayor que no es.

Hoy solo eran dos hermanos jugando a un juego de los de siempre, como hemos hecho siempre los hermanos: querernos y odiarnos en el mismo minuto, para luego seguir jugando sin rencores ni presiones. La normalidad es un bien muy preciado en mi casa, y hoy ha sido el día más normal de los últimos meses.

lunes, 23 de mayo de 2011

La anécdota del mes

Ayer estuvimos en un bautizo, yo sola con los peques porque padre fue presidente por un día, aunque sea en una mesa electoral. Estábamos en la ceremonia y el cura llamó a mis hijos para participar en el momento acuático, los puso a su lado y a Salvador le dio la vela bautismal. Yo me temía lo peor, pensaba "este le va a dar un soplido y se va a poner a cantar cumpleaños feliz, ya verás...", pero no. Le dio la vela al padrino aun encendida, y luego cada uno sostuvo una cajita con los santos oleos colaborando como dos monaguillos ad hoc.

Ya en la comida el cura estuvo sentado con nosotros y (creo que sin saber que yo era la madre o se hizo muy bien el despistado) comentó que era la primera vez que tenía un ayudante que además de sujetar la vela llevaba una brocha en la mano y que ponía tanto empeño en limpiarlo todo. Mi tía (ya mayor, cerca de 80 años) le debió decir algo de que Salvador es un ser humano bastante singular, por lo bajini, porque ipso facto añadió eso de "el monaguillo es, pues, un angelito del cielo". Y yo casi, casi añado "mire usted , Padre, a mi hay días que me dan ganas de practicarle un exorcismo", pero me mordí la lengua. A veces no soporto la discriminación positiva.