lunes, 30 de noviembre de 2015

Este (no) es un blog normal

Estaba el otro día tendiendo la ropa. Es una tarea que me gusta, me relaja.Vengo de una saga en la que tender la ropa es casi una religión: pinzas uniformes, con los colores a juego con la ropa que se está sujetando, los calcetines colgados desde la puntera, las camisas perfectamente estiradas... Un ritual que he adoptado (solo en parte) como mío, y que como he dicho al principio, me gusta porque me hace pensar.

Pues como os decía, estaba yo en mi momento meditación de tendedora de ropa y de pronto me veo escarbando en el cestillo de las pinzas, desechando aquellas a las que les falta una pata, o tienen rota alguna esquina. Solo elegía de forma obsesiva a las pinzas perfectas, aun cuando las otras, las pobres mutiladas, hacen perfectamente su labor. Funcionan como las que más y a las que de todas formas, en muchísimas ocasiones, acabo eligiendo por necesidad.

Y de pronto me sentí como un director de recursos humanos, un ser que elige en función a lo que ve. Ante dos currículos igualmente brillantes el puesto será para el que no presente ninguna esquina imperfecta, a no ser, claro, que nos acojamos a las subvenciones por contratar esquinas rotas, que entonces sí, pero igual suena abusivo. 

Pensé en que al final con mi manera de seleccionar las pinzas por su color, su forma, su perfección externa, me estaba perdiendo la oportunidad de hacer útiles a todas las pinzas de mi cestillo, válidas, valiosas, capaces, trabajadoras... pinzas que cumplen a la perfección el trabajo para el que fueron diseñadas, pinzas cuyo único pecado fue romperse... ¿o las rompí yo?

La diversidad en el cestillo de las pinzas es como la diversidad en la vida cotidiana, pensemos en todas esas ocasiones en que miramos el mundo como directores de recursos humanos, apartando del sendero de la capacidad a quien no solo puede sino que debe estar por sus propios fueros, porque fueron incorporados al mundo para sentirse útiles, capaces y activos.

Porque fuimos incorporados a este mundo para ser lo que nos de la gana de ser. Porque el peor director de recursos humanos somos nosotros y las trabas de nuestra propia mente.

PINZAS DEL MUNDO, ¡¡¡UNÍOS POR LA INCLUSIÓN!!!

Ya os lo avisé. Este no es un blog normal... ¡y menos mal!

3 de diciembre día de la (dis)CAPACIDAD

5 comentarios:

  1. Que bonito escribes,y me encanta leerte y que inundes ese jardín tan amplio y normal que es mi mente!! Un besito guapa ;-)

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  2. Aunque siempre se lleven taras y anclas como llevan las pinzas de la ropa de los cestillos de tod@s l@s tendedoras/es. ;-)

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  3. Es verdad, todos tenemos nuestras anclas que nos impiden desplegar las alas... bonita reflexión, gracias María :*

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  4. Estimada Maria Jose,
    No. No es un blog normal. Da gusto leerlo.
    Felicidades y por favor sigue escribiendo pausadamente. A tu aire.
    Gracias,
    Emilio

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