jueves, 24 de mayo de 2012

De hija a madre sin anestesia.

Hoy he leído una frase en el feisbuk de una amiga y me ha recordado al siempre evocador Khalil Gibran. Cuando yo era jovencita un poema suyo decoraba la pared de mi habitación, y como  buena adolescente, "hija incomprendida", lo repetía hasta el aburrimiento como una especie de mantra, para que me sacara del pozo de la incomprensión que me rodeaba.

Más de 20 años después la madre soy yo, y como tal mi misión es usar el arco y lanzar a mis hijos-flechas al mundo. Nadie me dijo que la transición de hija a madre iba a ser tan dura, bueno, miento... me lo avisaron mis padres, pero ahora que lo pienso la que no les comprendía a ellos era yo... Os dejo con Gibran:

"Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de si misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.


Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.


Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.


Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad."

lunes, 14 de mayo de 2012

Si de medallas va...

La cantidad de gente que hay en el mundo que se autoimpone medallas es solamente proporcional al tamaño de sus egos. Gente que desconoce el verdadero significado de lucha, de adversidad, de barrera. Gente que alcanza la cima en helicóptero porque tuvo la suerte (o la desgracia, aun no lo tengo claro) de haber nacido con las conexiones cerebrales justas para estar en el momento justo y en el lugar exacto.

No se me escapa que los hay que lloramos con un solo ojo, mirar alrededor con la mente abierta nos descubre realidades devastadoras que poco o nada tienen que ver con ser más, menos o del montón. Soy consciente que aun viviendo en la parte chunga de la campana de Gauss mi hijo es un privilegiado, porque ha nacido aquí y ahora. Los que le llevamos de la mano solo procuramos lo que yo creo que cada padre en este mundo desearía para su hijo: que sea feliz.

Podría haber ganado miles de medallas a lo largo de sus 10 años de vida: por salir del pozo del silencio, por aprender a relacionarse con la gente, por regalar besos a quien está lo suficientemente cerca para recibirlos, por aprender a escribir su nombre, a masticar, a sonarse la nariz, a ducharse solo, a desvestirse, a ponerse los zapatos, a distinguir la derecha de la izquierda... tantas, tantas medallas que habría una pared entera de mi casa dedicada a él.

La cuestión es que hoy ha ganado una: a la participación deportiva. Y la luce orgulloso. Mi obligación es gritarlo a los cuatro vientos, y enseñarla. Mostrarle al mundo que el trabajo de años tiene recompensa, porque esa medalla tan brillante no es de oro, es de sangre, sudor y lágrimas.


domingo, 6 de mayo de 2012

Saltadora mortal sin red

     Contadora de cuentos. Inventora de mentiras piadosas. Domadora de un ejército de piojos. Observadora de noches sin sueño y días sin probar bocado. Alumna en la academia de las bofetadas de la vida. Sostén de cabezas. Sargento en varios frentes. Pareja. Hija. Hermana. Amiga. Estudiante. Trabajadora. Transformadora de tacos en palabras: del  moño, del miércoles, de la hija de la fruta. Escaladora de valles. Culminadora de cimas. Creyente a ratos.
    Que me humea la frente en  los días primos, de soledades que ya no vuelven. Ni para mí las quiero.
     Electora sin fortuna. Afortunada de tener. Cantaora y cantarina. Bailaora que da el compás.
     Inventé la vida tal y como me vino. Jugando lo que me quedaba aposté sobre seguro. Y  gané: dos ases y un comodín.
     Y desde entonces soy reina de un imperio enano. O profeta en mi casa, donde aletea por el techo mi alma.
     Pero que no soy madre, no. Que yo solo doy saltos mortales sin red.