He llorado muchas veces en mi vida, cuando nos fuimos dando cuenta de los problemas de Salvador lloré tanto que se me secó el alma. Lloraba de impotencia y de rabia, estaba enfadada con el mundo y conmigo misma. Después respiré profundamente, tomé ansiolíticos durante 6 meses y cuando desperté aquel mal sueño había pasado. Ahora tenía una realidad y un hijo especial por los que luchar, además de todo lo demás: otro hijo maravilloso esperándome para hacerle crecer fuerte y feliz, un marido tanto o más luchador que yo, una hipoteca, un trabajo y montones de años por delante para hacer de mi vida y de la de mi familia una existencia lo más placentera posible. Nada desdeñable desde luego.
Pero descubrí que se me había hecho un escudo de latón alrededor de la piel y aquélla facilidad emotiva de antaño ahora solo era un vago recuerdo, me cuesta emocionarme y observo perpleja este nuevo yo. Más luchadora, menos perezosa, más fuerte, más dinámica... pero menos sensible.
Por eso cuando descubro algo que me emociona y que hace que me asome una lágrima de ternura en mis ojos me siento feliz, porque entonces sé que no soy como el hombre de hojalata del Mago de Oz y eso siempre es un regalo precioso al que aferrarse.
Hará ya alrededor de un año desde este anuncio pero me sigue emocionando como la primera vez que lo vi, ese día lloré (agradecida) como la niña que un día fui...
Se que tu eres más cañera, pero....
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un beso reina,
Pues has dado de pleno... Janis es mucha Janis. Gracias preciosa <3
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