domingo, 27 de marzo de 2011

La belleza de todos los días

Por fin ha hecho acto de presencia la primavera, y el viento... de marzo, como debe ser. Hoy ha sido un día de esos tranquilos, con momentos intensos, marcados por alguna rabieta loca y ese inconformismo perenne que ya es el pan nuestro de cada día. Normal, primaveral, de domingo. Y con algún detalle hermoso que recordar y dejar reflejado en algún lugar... ¿y por qué no este lugar? Este blog que hace las veces de diario de viaje y aprendizaje, de soledades y compañía, porque aunque yo escribo para mí, sé que ahí delante hay algunos ojos también mirando, y ¿quién sabe?, quizás aprendiendo un poquito con nosotros.

Estábamos en el sótano, intentando calmar una rabieta fruto de alguna cabezonería (me cuesta recordar ya qué motivos arrancan sus iras). Unos folios de colores y un bolígrafo de Mickey obraron el milagro y Salvador se afanaba en hacer un esbozo de persona en una hoja azul... con su cara, sus ojos, su pelo y hasta una amplia sonrisa. Ocupando medio folio, sin medida como es él, todo magnífico y enorme. Mientras le observaba le comenté "¿y ahora sabes poner tu nombre?", y él dijo, rotundo, "no".

La magia vino de la mano de su hermano que sin más le cogió la suya y le dijo "venga, yo te ayudo, los dos juntos". Y embelasada les miraba escribir primero Salvador y luego Eloy... y éste, su pequeño maestro, le dejó hacer libremente el rabito de la Y. Orgullosos miraron la obra y luego siguieron cada uno a lo suyo, como si nada importante hubiera pasado, inconscientes de la belleza de lo que acababa de ocurrir ante mis ojos.


domingo, 20 de marzo de 2011

Agradecer

Me siento afortunada. Sí, creo que esta vida me ha regalado cosas maravillosas, empezando por las personas que me rodean que no son "cosas", pero sí son mi soporte. Sin ellos, mi familia y mis amigos, no estaría aquí sentada escribiendo para sacar fuera lo que siento, porque no es fácil y a veces duele... Porque , qué duda cabe, yo no quisiera estar aquí hablando de lo que hablo, pero lo hago porque me ayuda a pesar de las heridas y las lágrimas, del dolor y del proceso, todo él digno de ser tenido en cuenta.

Pero además de mis columnas, imprescindibles, me he encontrado profesionales que han crecido con nosotros y que a fuerza de cogernos de la mano y guiarnos, han acabado siendo una parte crucial de nuestras vidas, de la vida de mi hijo.

Sí él hoy habla es porque ellas han trabajado con la paciencia infinita de quien se debe a su profesión, pero también con el amor al trabajo bien hecho que hace de los profesionales las PERSONAS (así, en mayúsculas) que obran los pequeños milagros. Si él hoy escucha, atiende, aprende y se resigna, avanza, pregunta y deduce, anhela, expresa y nos sorprende, es porque Sandra, Mari Carmen y (más recientemente) Maribel construyen con una entrega encomiable los ladrillos del pensamiento de mi hijo, y no solo de él sino de todos los que bajo su guía y constancia se superan, y  nos maravillan.

Este es hoy mi pequeño homenaje, porque ser logopeda es mucho más que "enseñar a hablar". Gracias por ser las personas que sois y por darme las alas que tantas veces me han faltado.

miércoles, 9 de marzo de 2011

9 años

La primera vez que nos vimos ni siquiera pudimos saludarnos como merecía la ocasión. Yo por estar medio alelada presa de una anestesia y un momento emotivo demasiado adormecedor, él por acabar de salir de mi vientre y no saber que ese bulto que le mostraban sus dos ojazos era yo, la madre primeriza que tuvo por suerte (o no) tropezarse.

No me permito con demasía recordar aquéllos momentos, porque si lo hago demasiado seguido recuerdo (como hace dos entradas) la madre que yo era. Los anhelos, los sueños, las expectativas y las pasiones que la maternidad perfecta habían forjado en mi cabecita de veinteañera...

Pero hoy es su cumpleaños, 9 años ni más ni menos. Y me voy a permitir una licencia: la de sacar la chispita del orgullo. Por la persona que ¿Dios? quiso que fuera y que entre todos nos negamos a acatar. Porque no será la persona más inteligente del universo, pero sí la persona que más ternura desprende a su paso. Porque la inocencia eterna de sus ojos me enseñan a levantarme de la cama cada mañana. Porque ha puesto ante nosotros una vida llena de aprendizajes que intentamos comernos a bocados enormes  para, a su vez, aprender rápido y empujarle lejos. Porque gracias a que él es como es, su hermano también es como es, y yo no puedo más que sentirme tremendamente bendecida al mirarles.

Porque el niño que nunca fue, estoy segura, no hubiera superado ni de refilón al niño que es. Te quiero hijo, con todo, te quiero.


viernes, 4 de marzo de 2011

Yo también puedo

Interesante noticia hoy en espaciologopedico.com. Le he echado un vistazo a la web y tiene una pinta estupenda, así que hoy os presento:



Y es que ya sabéis lo que se dice: "Si me das pescado, comeré hoy, si me enseñas a pescar podré comer mañana."

martes, 1 de marzo de 2011

Recuerdos de cuando yo era

Hemos pasado un fin de semana (puente del día de Andalucía) en una casa rural con varias parejas amigas. Algunos, más que amigos, se me antojan parte de mi familia, por todo lo vivido, compartido y aprendido juntos. Y entre tanto adulto con ganas de evadirnos del mundanal ruido y los "estreses" diarios, más de media docena de chiquillos que, extrañamente, han hecho menos ruido que nosotros. De esos siete niños, cuatro de ellos son bebés de menos de un año. He disfrutado de cogerles, hacerles carantoñas, jugar con ellos, llevarles al cuadril, siempre con el alivio inmediato de saber que, en caso de no entendernos, sus mamás/papás andaban lo suficientemente cerca como para devolvérselos sin ningún sentimiento de pena por mi parte.

En medio de todo eso mi niño grande, ausente a ratos e inquisitivo otras... silencioso y elocuente al mismo tiempo, parece incongruente pero no se me ocurre mejor manera de explicarlo. Incluso cuando parece que le ignoro le observo, y me observo, para dentro... reflexionando sobre la madre que yo era cuando él mismo tenía esos escasos mesecitos, tiempo de chillidos de júbilo mezclados con protestas enérgicas porque quería comer/dormir/jugar... lo que fuera y que no se podía (aún) expresar con palabras. Y digo la madre que yo era, porque ya no soy del tipo de madre que son mis amigas, aun casi estrenando su maternidad, ya no mido el tiempo en avances lineales de mi bebé, porque sus avances han sido (y son) tan poco lineales que uso una vara de medir diferente sin dejar que ello haga mella más allá de una punzadita leve en el corazón cuando me veo reflejada en ellas. Las expectativas o la incertidumbre de cual será su primera palabra, saldrá su primer diente o a qué edad escribirá su nombre en un folio en blanco, se me antojan tan lejanas (unas porque ya ocurrieron y otras porque aun no se vislumbran cuando ocurrirán) que casi son ajenas a mi día a día.

Recuerdos de cuando yo era una madre primeriza que se metió involuntariamente en un camino inhóspito y que ya no sabe  andar por los caminos de baldosas amarillas, esas que te llevan a la ciudad esmeralda donde al despertar todo vuelve a estar en el mismo sitio del que nunca debimos movernos. Y es que si pienso en ti siento que esta vida no es justa...