Por fin ha hecho acto de presencia la primavera, y el viento... de marzo, como debe ser. Hoy ha sido un día de esos tranquilos, con momentos intensos, marcados por alguna rabieta loca y ese inconformismo perenne que ya es el pan nuestro de cada día. Normal, primaveral, de domingo. Y con algún detalle hermoso que recordar y dejar reflejado en algún lugar... ¿y por qué no este lugar? Este blog que hace las veces de diario de viaje y aprendizaje, de soledades y compañía, porque aunque yo escribo para mí, sé que ahí delante hay algunos ojos también mirando, y ¿quién sabe?, quizás aprendiendo un poquito con nosotros.
Estábamos en el sótano, intentando calmar una rabieta fruto de alguna cabezonería (me cuesta recordar ya qué motivos arrancan sus iras). Unos folios de colores y un bolígrafo de Mickey obraron el milagro y Salvador se afanaba en hacer un esbozo de persona en una hoja azul... con su cara, sus ojos, su pelo y hasta una amplia sonrisa. Ocupando medio folio, sin medida como es él, todo magnífico y enorme. Mientras le observaba le comenté "¿y ahora sabes poner tu nombre?", y él dijo, rotundo, "no".
La magia vino de la mano de su hermano que sin más le cogió la suya y le dijo "venga, yo te ayudo, los dos juntos". Y embelasada les miraba escribir primero Salvador y luego Eloy... y éste, su pequeño maestro, le dejó hacer libremente el rabito de la Y. Orgullosos miraron la obra y luego siguieron cada uno a lo suyo, como si nada importante hubiera pasado, inconscientes de la belleza de lo que acababa de ocurrir ante mis ojos.
Estábamos en el sótano, intentando calmar una rabieta fruto de alguna cabezonería (me cuesta recordar ya qué motivos arrancan sus iras). Unos folios de colores y un bolígrafo de Mickey obraron el milagro y Salvador se afanaba en hacer un esbozo de persona en una hoja azul... con su cara, sus ojos, su pelo y hasta una amplia sonrisa. Ocupando medio folio, sin medida como es él, todo magnífico y enorme. Mientras le observaba le comenté "¿y ahora sabes poner tu nombre?", y él dijo, rotundo, "no".
La magia vino de la mano de su hermano que sin más le cogió la suya y le dijo "venga, yo te ayudo, los dos juntos". Y embelasada les miraba escribir primero Salvador y luego Eloy... y éste, su pequeño maestro, le dejó hacer libremente el rabito de la Y. Orgullosos miraron la obra y luego siguieron cada uno a lo suyo, como si nada importante hubiera pasado, inconscientes de la belleza de lo que acababa de ocurrir ante mis ojos.
El milagro no tiene mas nombre q M. Jose. Felicidades hermana. TQ.
ResponderEliminarEL ESBOZO DE UNOS TRAZOS, PUEDEN COMBERTIRSE EN UNA GENIAL OBRA DE ARTE, SI LOS OJOS QUE LOS MIRAN, LO HACEN CON EL AMOR Y EL CARIÑO QUE LO HACES TU.BESOSSSSSSSSS.
ResponderEliminar¡Qué gran familia! ¡Qué gran unión!
ResponderEliminarBesos!
Aunque ahora no te lo parezca, algún dia tus hijos recordarán pequeños detalles, como éste, que son, en realidad, las cosas más grandes de la vida...
ResponderEliminar