lunes, 14 de mayo de 2012

Si de medallas va...

La cantidad de gente que hay en el mundo que se autoimpone medallas es solamente proporcional al tamaño de sus egos. Gente que desconoce el verdadero significado de lucha, de adversidad, de barrera. Gente que alcanza la cima en helicóptero porque tuvo la suerte (o la desgracia, aun no lo tengo claro) de haber nacido con las conexiones cerebrales justas para estar en el momento justo y en el lugar exacto.

No se me escapa que los hay que lloramos con un solo ojo, mirar alrededor con la mente abierta nos descubre realidades devastadoras que poco o nada tienen que ver con ser más, menos o del montón. Soy consciente que aun viviendo en la parte chunga de la campana de Gauss mi hijo es un privilegiado, porque ha nacido aquí y ahora. Los que le llevamos de la mano solo procuramos lo que yo creo que cada padre en este mundo desearía para su hijo: que sea feliz.

Podría haber ganado miles de medallas a lo largo de sus 10 años de vida: por salir del pozo del silencio, por aprender a relacionarse con la gente, por regalar besos a quien está lo suficientemente cerca para recibirlos, por aprender a escribir su nombre, a masticar, a sonarse la nariz, a ducharse solo, a desvestirse, a ponerse los zapatos, a distinguir la derecha de la izquierda... tantas, tantas medallas que habría una pared entera de mi casa dedicada a él.

La cuestión es que hoy ha ganado una: a la participación deportiva. Y la luce orgulloso. Mi obligación es gritarlo a los cuatro vientos, y enseñarla. Mostrarle al mundo que el trabajo de años tiene recompensa, porque esa medalla tan brillante no es de oro, es de sangre, sudor y lágrimas.


1 comentario:

  1. Y tú, su entrenadora personal, seguirás acompañándolo en sus diferentes carreras de la vida, para acercárle ese agua, limpiar el sudor y secar esas lágrimas.

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