Esta no es una historia mía. Es una historia que creen millones de personas. Nadie volvió para contarnos si es verdad, pero, ¿imaginas un mundo sin sueños, sin esperanzas ni quimeras? Yo ni creo, ni dejo de creer, pero de un tiempo a esta parte vengo pensando en eso de las almas. De nuestros cuerpos como meros recipientes, de miles, millones, de energías que fluyen y saltan de cuerpo en cuerpo. De una flor a una abeja, de una abeja a un gato, de un gato a un ciempiés, de un ciempiés a, ¿quién sabe?, un humano. Unas veces esa energía gasta su ciclo en llevar polen a su colmena, laboriosa e infatigablemente. Un ciclo breve se podría decir. Otras veces se pasa milenios como un tejo de Cazorla. Milenios que para una energía igual son segundos. O segundos que son milenios. Los tristes mortales humanos estamos limitados a creernos que el tiempo pasa a golpes de latido, cuando hay tanta vida que ni siquiera tiene corazón, ni falta que le hace...
Y cuando me da por pensar en esto elucubro, y luego lo comparto. Por si me acabo volviendo de atar que alguien se acuerde que una vez pensé, y sobre todo, expresé. Así y todo pienso, que hay gente que nace con almas jóvenes, absorbentes, que se empapan de las energías ajenas, que necesitan esas energías ajenas, para aprender de ellas, para luego saltar a un cuerpo nuevo, de flor recién nacida en una montaña del Himalaya o de tortuga adorable que viva 100 años de soledad en los mares de cualquier parte del mundo. Y hacer de ese mundo su lugar y aprender para luego saltar a otro cuerpo y así... Y así nacer como un niño recién nacido con alma de viejo, que te mira a los tres días de vida y ya sabe que eres su madre.
Habrá quien sepa desde hace rato por donde voy, y quien llegados a este punto estén casi al borde de tirarse de los pelos o de cerrar el blog, ignorando lo que digo o aburridos de leerme. No lo sé, os dejo a elegir. Pero si sois de los primeros, dejadme que os diga que yo he parido una energía de cada tipo: primero nació una energía nueva, recién salida del horno del bosón de Higgs, una energía que me pide más de mí cada minuto de su vida y de la mía, que me trajo hasta aquí, el punto en el que estoy. Un alma tan pura y joven que necesita que le recordemos cada día que los zapatos tienen un sitio concreto, que pregunta cada momento la misma pregunta del momento anterior, para asegurarse de que atesora la respuesta, por si la va a necesitar mañana, o dentro de tres días o tres vidas... o tres milenios. Y luego parí un alma vieja, muy vieja. No necesita que le diga qué tiene qué hacer, ni cómo se aprende. No necesita más de mí que cuidados físicos o amor, que al fin y al cabo es el alimento de la energía del alma. Este alma nació antes que la mía, estoy segura, y muchas noches me descubro respirando un par de minutos el mismo aire que él respira, para ver si su sabiduría innata entra en mí para luego proyectarla al infinito, donde sea que me toque vivir el próximo ciclo.
Pero no se confundan, lo mismo que me da por pensar esta ventolera me da por empaparme sobre la II Guerra Mundial y leerme una biografía de Hitler, así sin sentido, ni común ni extraordinario. Culo inquieto de la culturilla que es una, nada místico ni trascendental me temo. Y a seguir soñando, que la vida son dos días. Y mi alma solo va a aguantarme lo que mi cuerpo le deje.
¿Y que te digo yo? pues que aprendo tanto de ti. Y no solo las grandes cosas, las obvias, las ingentes, las que te hacen tan grande. Sino las pequeñas, las nimias, las que me hacen normalizar mis rarezas, porque también son las tuyas. Las que hacen que devore cada cosas que escribes, cada cosa que piensas.
ResponderEliminarllumm
Me emocionas cada vez que te leo...tanto que voy a compartirlo con tu permiso. Algo tan hermoso no puede quedarse para el deleite de unos pocos, aunque ya seamos muchos los que apreciamos tu sensibilidad.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.