No es la primera vez que hablo de ti. Ni será la última. Siento que te debo justicia, porque te admiro. Y fíjate que no soy persona de admirar a casi nadie... de vez en cuando un Darwin, un Hawking, un Mendel. Y entre ellos en lo más alto de mi pedestal, estás tú: mi Eloy, el elegido.
Elegido entre miles de millones de personas para ser la mezcla al 50% de nosotros dos, esos padres que, sin saber muy bien el fregado en el que se metían, nos lanzamos a loco para traerte, nuestro segundo hijo, nuestro retoño definitivo. Y tan caóticas eran nuestras vidas entonces que, con apenas 2 añitos, te plantaste un día y te quisiste ir a vivir con tu abuela, dándome el disgusto del siglo... qué tonta y qué inestable era yo.
Mamaste locura, literalmente. Y en lugar de transmitirte mi ansiedad extrema has sido tú el que ha ido serenando mi espíritu a base de paciencia infinita, de coger entre tus manos pequeñísimas las manos grandotas de tu hermano, de leerle, de vestirle, de hacerle el bocadillo cuando yo no puedo, o no quiero... aprovechándome de tu gran capacidad para desenvolverte aun cuando te mereces vivir en la dulce inopia de la infancia.
Y me aprovecho porque hay días que me duele el corazón y se me escapan pensamientos negativos, magnicidios del día a día en forma de injusticia, de estupor, de cansancio o de incredulidad... Yo todavía tengo días en que no me creo que estas cosas pasen, y lo que es más dramático, que me pasen a mí. Fíjate, qué egoista puedo llegar a ser... Y tú también te hartas y te cansas, y das contestaciones que no me gustan y te reprendo por ello. Nos enfadamos tanto el uno con el otro, que nos pedimos perdón, abrazados tan fuerte que parece que has vuelto dentro y que latimos juntos.
Me descubro reflexionando sobre ti, porque me he dado cuenta de que usas mis palabras, mis gestos, mis expresiones... quieres hacer las cosas como yo, y hasta soñando eres como yo. Me preguntas sobre todo constantemente, sobre lo que siento, cuándo lo siento y porqué lo siento. Cuando no estamos juntos tomas las riendas de la situación, imagino que pensando en lo que yo haría si estuviera allí. Y nuestra vida tiene tantas situaciones complicadas que has tenido que tomar las riendas muchas más veces que cualquier persona de tu edad, e incluso de la mía.
Vas sobrado y eres resolutivo, tanto que a veces se me olvida que tienes 10 años. Solo 10 años. Y te admiro. Creo que casi tanto como te quiero. O como te necesito...
Elegido entre miles de millones de personas para ser la mezcla al 50% de nosotros dos, esos padres que, sin saber muy bien el fregado en el que se metían, nos lanzamos a loco para traerte, nuestro segundo hijo, nuestro retoño definitivo. Y tan caóticas eran nuestras vidas entonces que, con apenas 2 añitos, te plantaste un día y te quisiste ir a vivir con tu abuela, dándome el disgusto del siglo... qué tonta y qué inestable era yo.
Mamaste locura, literalmente. Y en lugar de transmitirte mi ansiedad extrema has sido tú el que ha ido serenando mi espíritu a base de paciencia infinita, de coger entre tus manos pequeñísimas las manos grandotas de tu hermano, de leerle, de vestirle, de hacerle el bocadillo cuando yo no puedo, o no quiero... aprovechándome de tu gran capacidad para desenvolverte aun cuando te mereces vivir en la dulce inopia de la infancia.
Y me aprovecho porque hay días que me duele el corazón y se me escapan pensamientos negativos, magnicidios del día a día en forma de injusticia, de estupor, de cansancio o de incredulidad... Yo todavía tengo días en que no me creo que estas cosas pasen, y lo que es más dramático, que me pasen a mí. Fíjate, qué egoista puedo llegar a ser... Y tú también te hartas y te cansas, y das contestaciones que no me gustan y te reprendo por ello. Nos enfadamos tanto el uno con el otro, que nos pedimos perdón, abrazados tan fuerte que parece que has vuelto dentro y que latimos juntos.
Me descubro reflexionando sobre ti, porque me he dado cuenta de que usas mis palabras, mis gestos, mis expresiones... quieres hacer las cosas como yo, y hasta soñando eres como yo. Me preguntas sobre todo constantemente, sobre lo que siento, cuándo lo siento y porqué lo siento. Cuando no estamos juntos tomas las riendas de la situación, imagino que pensando en lo que yo haría si estuviera allí. Y nuestra vida tiene tantas situaciones complicadas que has tenido que tomar las riendas muchas más veces que cualquier persona de tu edad, e incluso de la mía.
Vas sobrado y eres resolutivo, tanto que a veces se me olvida que tienes 10 años. Solo 10 años. Y te admiro. Creo que casi tanto como te quiero. O como te necesito...