martes, 17 de diciembre de 2013

IX Concurso de Cuentos Navideños "La Navidad que deseo"

 Pepe y Juan en Navidad


Érase una vez dos hermanos llamados Pepe y Juan. Pepe era el mayor y Juan era el pequeño. Pepe era un niño especial que le gustaba hacer otras cosas. Su hermano Juan hacía muchas cosas por él, por ejemplo, lo defendía, le ayudaba a escribir, a leer, etc.
Luego llegó la Navidad y fueron a jugar a la nieve. A Pepe no le importaba la nieve, él quería arreglar el grifo.
Juan le preguntó a su madre: -"¿Por qué Pepe no quiere jugar con la nieve? Y la madre le contestó: -"Porque tu hermano es un niño especial y no le gustará eso, pero no le des importancia". Juan dijo: -"Vale".
Y los dos jugaron a arreglar el grifo.
Un día Pepe se puso malo  no podía jugar a nada, Juan se preocupó mucho y no quería ir al colegio. Él le preguntó a su madre: -"¿Se pondrá bien?", y la madre le dijo: -"Pues claro que sí". Cuando llegó del cole fue a ver a su hermano y le dijo: -"¿Estás mejor?" y Pepe le dijo que sí.
Juan empezó a jugar en la calle solo y no quería estar solo, él quería jugar con Pepe, así que vio una alucinación, creía que Pepe estaba arreglando el grifo de verdad. Se frotó los ojos y no lo vio, fue al cuarto de Pepe y estaba mejor.
Al día siguiente se recuperó de la fiebre. Llegaron los Reyes Magos y les trajeron regalos, jugaron mucho con ellos, cantaros y bailaron. Y colorín, colorado, esta historia ha acabado.


                                                                                   Eloy G.M.
                                                                                                                 
                                                                                  10 de Diciembre de 2013

viernes, 29 de noviembre de 2013

El premio eres tú

Cuando tu clase participó en los juegos populares del colegio, perdisteis. Tu clase de 5º que se llevó la peor puntuación de todo el centro. Los compañeros estaban apenados hasta que la seño les mostró cuan equivocados estaban, -"Nuestro premio ha sido Salva"- les dijo. Porque participaste, porque encestaste una castaña en el agujero de 3 puntos, porque corriste cuando tocaba correr y saltaste cuando tocó saltar. Porque todos te animaban y te empujaban con su cariño hasta la meta. Porque sentado en la grada gritabas ¡¡¡¡Quinto B!!!! ¡¡¡¡Quinto B!!!!

Hoy hemos celebrado el cumpleaños de tu prima, 6 años ya... Y en ese recinto espectacular con castillos hinchables, piscina de bolas, toboganes, camas elásticas... tú te afanabas en usar un nivelador, para "arreglar" la máquina de jugar a los dardos, sin quitarte los zapatos ni alejarte demasiado de mí. Hace mucho que me rendí a la evidencia y dejarte hacer, porque tú no entiendes ese barullo y yo, si me lo permites, tampoco mucho. A la hora de la tarta los más mayores se han hecho los suecos y ni siquiera han venido a soplar la vela con ella, que ha estado rodeada de los pequeños, de los de su edad... y entre ellos, tú. Dando palmas, cantando el cumpleaños feliz de Parchis, bailando, riendo... feliz.

Se me hace un nudo en la garganta cuando te veo ahí, entre niños a los que sacas una cabeza, y al mismo tiempo me enfado conmigo misma, porque debería bastarme con verte tan contento, disfrutando, ansioso por saborear la tarta... debes ser el único, junto a la cumpleañera, que anhela ese momento estelar, porque te encanta cantar cumpleaños feliz, fue lo primero con sentido que salió de tus labios, hace tanto ya...

Y a veces, sí, lo confieso... a veces, me encantaría mirarte con otros ojos, los de una madre enfadada con quien osa aburrirse a los 11 años en el cumpleaños de su primita de 6, pelearme contigo porque no quieras ir y tenga que darte mil razones de porqué es imprescindible que no faltes, que tenga que obligarte para ponerte en la foto... Pero doy un suspiro, enjugo las lágrimas antes de que salgan y pienso en lo que dijo la seño aquel día: el premio eres tú y tu poderoso don de hacernos disfrutar de las pequeñas cosas un ratito más.


lunes, 25 de noviembre de 2013

... hasta los huesos...

Me voy a quitar la sombra negra. Ya no quiero sentir más la pesadez de la carga sobre los hombros. Vamos a dejarnos llevar por todo lo bueno que nos rodea...

Cada vez que sonríes me enamoro de ti.

Cada vez que suspiras me acuerdo de cada una de tus primeras veces.

Cada vez que te duermes se posa la calma, la abrazo y disfruto.

Cada vez que despiertas aletean mil mariposas invisibles generando pequeños tsunamis en cada esquina de la casa.

Cada vez que nos hundimos renacemos juntos, retoñando como nuestro único algarrobo, poderoso en su arriate.

Cada vez que me confío me empujas, me caigo, lloro, me levanto y estando de pie compruebo que he crecido un par de milímetros.

Cada vez que tú eres tú, todos somos más nosotros mismos.

No me quedan energías creativas que no pasen por el tamiz de tu esencia. Y por eso me repito, en una suerte de rueda de hámster que nunca se agota. O a lo mejor sí que se agota pero no sabe, no puede o no quiere hacer otra cosa.

Yo ya no puedo hacer otra cosa que no sea abrazarme a la locura que suponen tus emociones. Tan mías también.

Quien te conoce te quiere... y al final eso era lo único que yo esperaba cuando te albergaba aquí dentro. Y sigues dentro pero ahora ya no ocupas el útero, sino neuronas, músculos y piel.

Vivo calada de ti... hasta los huesos...


martes, 5 de noviembre de 2013

Zombie

Nos quedan mil guerras que librar. Aunque  ya había alzado la bandera blanca, me veo arrastrando los pies por el suelo. Otra vez.

Yo quiero parar, de verdad, quiero dejar de hablar de ti como si fueras un especimen raro de la selva de Borneo. Solo quiero hablar de tu risa, de tus cantos, de tus bromas, de tus penas, de tus desilusiones. Quiero comprimir el tiempo en píldoras, tomarnos una ahora y mañana ya veremos por donde andaremos.

Si yo estoy cansada, ¿cómo debes estar tú? Que no te dejamos ser...

Vámonos, seamos un par de zombies tras un holocausto nuclear, y cantemos la canción que mejor pronuncias. Apocalíptica, demoledora, entonando como si fueras la misma Dolores...




jueves, 3 de octubre de 2013

La dificultad inherente del día a día

Imagina un acantilado muy escarpado. Imagina que solo tienes tus manos y que al final, en la cima, está lo que más deseas en este mundo. Puede que solo sea el reconocimiento, el logro de subir y alzarte poderoso, sabedor de que nadie podrá arrebatarte ese momento de gloria.

Mientras subes te caes, una y mil veces. Pero como no es real, no te rompes nada, no sangras. Solo (que no es poco) tu orgullo herido, la dignidad miserable de quien es vanidoso porque quiere alcanzarlo ya. Y cuando te caes maldices a todos y a todo, el mundo tiene la culpa, debe tenerla, alguien debe haber cometido un error, aunque dentro de ti sabes que no hay culpas... solo miedo.

Un día descansas, te quedas en una cornisa, disfrutando las vistas, a sabiendas de que la cima está aun lejísimos, pero miras al suelo y te preguntas "¿Dónde estaba yo ayer, y dónde estoy ahora?". Pequeñas satisfacciones cotidianas que te impulsan a coronarte como el rey del lugar, del momento.

Cuando te sientes muy cómodo en tu cornisa, decides ir a por otro saliente que parece tentador y te lleva un poco más arriba. Pero es curioso como, de pronto, aparecen  un par de manos más para elevarte las posaderas, luego otro par más y otro y otro... No estás solo, te empujan desde abajo e incluso hay quien te extiende la mano desde arriba.

Tras mucho tiempo de insistente subida te surge la idea espontánea de que el acantilado no tiene cima, y esa idea te persigue, te acojona, te hace creer que es más fácil rendirse. Incluso es posible que te rindas, llegando a pensar que lo que hay es lo que hay, que hagas lo que hagas nunca vas a llegar... 

Entonces te das cuenta de que, en realidad, tú no eres nadie. Porque el verdadero protagonista es el acantilado, que es el que decide estar ahí y ser quien es. Que impone su cuándo, su dónde y su cómo vamos a subir por él, mostrando una verdad incuestionable: él es acantilado en tanto que tú seas escalador, y que tú eres escalador en tanto que él sea acantilado.

Ahora sé que no haré cumbre, al menos no en un futuro cercano, pero disfruto las vistas que me ofrece lo que me enseñas. Adaptarme a ti, aprender contigo, alcanzar tus cornisas. La cima ha perdido interés, las paradas son muy interesantes. Y hoy hemos hecho una nueva que me gusta especialmente porque supone el esfuerzo conjunto de muchas manos... esa parada  se llama: carta de amor a una compañera de clase.

martes, 10 de septiembre de 2013

Cuando ruge la marabunta

Entre todas, la tuya, la más bonita. Aunque cientos de ellas se congregan alrededor de la puerta. Sonrisas de felicidad, de nervios, de expectativas..., de las que llenan un nuevo curso como el que espera ante un precipicio, sin saber si va a volar levantado por unas alas invisibles o si va a aterrizar forzosamente antes de dar miles de vueltas de campana. Abres los ojos, gesticulas y me sonríes, me miras tantas veces que siento tus pupilas pegadas a fuego en mis mejillas. Pero desde la distancia, porque ya eres mayor y saliste flechado para saludar a los tuyos, los que comparten las horas en las que yo no soy más que una imagen en tu mente -si es que viajo hasta tu mente cuando no estamos juntos, quiero pensar que sí- . 


Se abre el portalón y ruge la marabunta. Te arrastran decenas de pies hambrientos de espacios libres o de aulas vacías, mientras algunos padres (o quizás todos) nos quedamos pensando cuándo se hicieron mayores y por qué tienen tanta prisa si hace un rato renegaban del colegio... Será que se nos olvida que en el colegio se desarrolla un mundo, otro mundo, donde las reglas del patio no están escritas en ninguna parte, donde las esquinas toman cuerpo de hogar y sensación de acogernos. Lugares que 30 años después solo nos suenan a tutorías, material escolar, notas y deberes. 

Tras 3 o 4 minutos claudico ante la verdad absoluta:  he dejado de verte porque vas camino a tu clase, y sin mirar atrás me doy media vuelta pensando "estará bien, seguro... se ha olvidado de mí y eso es bueno". Y ahora soy yo la que sonríe... qué lejos quedó aquel primer día, donde una madre me dijo "esa seño  que va con aquel chiquillo es la que se encarga de los niños que están malitos" y yo con una voz trémula y al borde del llanto le dije "ese es mi hijo".

Hoy voy a decirlo bien alto porque ya no tengo miedo... 

SEÑORAS Y SEÑORES, PADRES, MAESTROS Y ALUMNOS, ESE QUE VA SOLO ATRAVESANDO EL PATIO ES MI HIJO.


lunes, 19 de agosto de 2013

La palabra "guepardo" de tus fichas de cartón

La promesa de un día mejor me ha sacado de la cama durante muchos años. Otro día es posible, un día sin forzar nada. Un día que fluya tranquilo, perezoso si me apuras. A veces el simple anhelo de algo inalcanzable nos saca de nuestro calvario diario, y así, uno tras otro, pasan los meses y los años...

A veces la promesa se materializa. Estaba ahí desde siempre. La materia prima de las cosas sencillas: un hermano, una cama, un juego de fichas de colores...

Oír la risa de los dos mientras él te enseña a decir "guepardo", me para en seco de la monotonía de las labores domésticas. Es divertido sentarse en una esquina de la escalera, en la penumbra, y ver como de una cosa que suena a "pagaro" pasas a "pagardo", luego a "gapardo" y al final a "pegardo"... Vale, no es guepardo, pero esa traslocación silábica es tan tuya que a mí me sirve. Igual que me sirve "raquetera" o "querreo" por carretera y recreo.

Sentir que le quitáis importancia, y seguís disfrutando de las fichas con dibujos de colores "¿Qué es esto, Salva?", "¡Una uva!", "¡muy bieeeeeennnn!, ¡mamá, miraaaaa, Salva dice perfectamente UVA!". "¿Y esto, qué es?", "un difín, ¿te acuera Eloy en la playa con el difín asul?", "sí, Salva me acuerdo muy bien, nadabas tú solito".

Ya no puedo seguir en la escalera, tengo que venir aquí a escribirlo para que no se me olvide nunca... Y cuando más interesada estoy en transformar en letras lo que apenas me brota del pecho, invadís mi espacio, para decirme que al final has aprendido a decirlo y con esa sonrisa tan tuya pronuncias "GUEPARRO".

Tres sonrisas y una palabra nueva. La meta era un día mejor, la realidad es que se ha convertido en el día perfecto.

miércoles, 17 de julio de 2013

Ser tu madre

Cuando creo que te tengo calado,  afloras. No se me ocurre una manera mejor para explicarte. Llevas dentro de ti millones de personas en una sola, cada cual con sus cosas. No todo es bueno, y a pesar de ello, o quizás por ello, me mantienes alerta. Me agotas, pero no concibo otra forma de vida. Ya no.

No sé si es la materia que un día fuimos, o la querencia del día a día. No sé explicar si ser madre e hijo es un lazo per se, o es cada minuto que transcurre. No sé si el amor es mi dependencia de ti, de él, de vosotros. De nosotros. La familia. No puedo darle sentido, y sin embargo, lo siento. Si sentir es entender o por el contrario es albergar más dudas...

Quizás sea que abres los ojos y las pilas se conectan solas, la casa abre los suyos, la rueda se pone en marcha y como un resorte mágico saltamos al son de cada segundo, de cada momento. Vivimos momentos, eso es lo que me has enseñado. Lo que me enseñas. No paro de aprender. No paras de enseñarme.

Quizás sea tu risa histérica, histriónica, maligna y deliciosa, todo a un tiempo. O tu fuerza acumulada, canalizada en arrebatos de furia como una onda expansiva. Lo que no  me gusta y lo que me gusta van de la mano, moldeando a conciencia el presente. Mi presente. Mi esencia. Ser tu madre...

jueves, 20 de junio de 2013

Primer principio de la termodinámica

Esta no es una historia mía. Es una historia que creen millones de personas. Nadie volvió para contarnos si es verdad, pero, ¿imaginas un mundo sin sueños, sin esperanzas ni quimeras? Yo ni creo, ni dejo de creer, pero de un tiempo a esta parte vengo pensando en eso de las almas. De nuestros cuerpos como meros recipientes, de miles, millones, de energías que fluyen y saltan de cuerpo en cuerpo. De una flor a una abeja, de una abeja a un gato, de un gato a un ciempiés, de un ciempiés a, ¿quién sabe?, un humano. Unas veces esa energía gasta su ciclo en llevar polen a su colmena, laboriosa e infatigablemente. Un ciclo breve se podría decir. Otras veces se pasa milenios como un tejo de Cazorla. Milenios que para una energía igual son segundos. O segundos que son milenios. Los tristes mortales humanos estamos limitados a creernos que el tiempo pasa a golpes de latido, cuando hay tanta vida que ni siquiera tiene corazón, ni falta que le hace...


Y cuando me da por pensar en esto elucubro, y luego lo comparto. Por si me acabo volviendo de atar que alguien se acuerde que una vez pensé, y sobre todo, expresé. Así y todo pienso, que hay gente que nace con almas jóvenes, absorbentes, que se empapan de las energías ajenas, que necesitan esas energías ajenas, para aprender de ellas, para luego saltar a un cuerpo nuevo, de flor recién nacida en una montaña del Himalaya o de tortuga adorable que viva 100 años de soledad en los mares de cualquier parte del mundo. Y hacer de ese mundo su lugar y aprender para luego saltar a otro cuerpo y así... Y así nacer como un niño recién nacido con alma de viejo, que te mira a los tres días de vida y ya sabe que eres su madre. 

Habrá quien sepa desde hace rato por donde voy, y quien llegados a este punto estén casi al borde de tirarse de los pelos o de cerrar el blog, ignorando lo que digo o aburridos de leerme. No lo sé, os dejo a elegir. Pero si sois de los primeros, dejadme que os diga que yo he parido una energía de cada tipo: primero nació una energía nueva, recién salida del horno del bosón de Higgs, una energía que me pide más de mí cada minuto de su vida y de la mía, que me trajo hasta aquí, el punto en el que estoy. Un alma tan pura y joven que necesita que le recordemos cada día que los zapatos tienen un sitio concreto, que pregunta cada momento la misma pregunta del momento anterior, para asegurarse de que atesora la respuesta, por si la va a necesitar mañana, o dentro de tres días o tres vidas... o tres milenios. Y luego parí un alma vieja, muy vieja. No necesita que le diga qué tiene qué hacer, ni cómo se aprende. No necesita más de mí que cuidados físicos o amor, que al fin y al cabo es el alimento de la energía del alma. Este alma nació antes que la mía, estoy segura, y muchas noches me descubro respirando un par de minutos el mismo aire que él respira, para ver si su sabiduría innata entra en mí para luego proyectarla al infinito, donde sea que me toque vivir el próximo ciclo.

Pero no se confundan, lo mismo que me da por pensar esta ventolera me da por empaparme sobre la II Guerra Mundial y leerme una biografía de Hitler, así sin sentido, ni común ni extraordinario. Culo inquieto de la culturilla que es una, nada místico ni trascendental me temo. Y a seguir soñando, que la vida son dos días. Y mi alma solo va a aguantarme lo que mi cuerpo le deje.

jueves, 6 de junio de 2013

¡Me tengo que levantar!


Si tenéis un rato, y os apetece leer os dejo una ponencia que representa bastante bien cómo me siento el 90% del tiempo. Orgullosa de él y feliz también, por supuesto. Pero es muy duro aceptar que voy a ser su cuidadora el resto de mi vida. Me quedo con esta frase: 
"Desde el punto de vista familiar, la resiliencia puede ser definida como la  habilidad para enfrentar y sobreponerse a los desafíos vitales disruptivos. Implica un proceso  dinámico que posibilita una adaptación positiva en un contexto de adversidad significativa.  Entraña trascender la posición de víctima de trauma y luchar a fin de remontar obstáculos y  vivir plenamente. La perspectiva de resiliencia familiar mira tanto las fortalezas y  potencialidades como las debilidades de la familia, en sus diferentes subsistemas. Significa ver  a la familia como una unidad funcional de riesgo y resiliencia"
Quizás sea poco humilde si digo que me considero, bueno mejor dicho, que considero que mi familia es resiliente. A veces te dan ganas de dejar de serlo, irte a un rincón y dejar la vida pasar... pero la vida es eso que transcurre delante de tus ojos mientras te estás quejando. Así que habrá que seguir dando guerra, y resistiendo envites.

¡Me tengo que levantar¡ Relato de una madre cuidadora  de su hijo con discapacidad intelectual y necesidades de  apoyo generalizado.

martes, 14 de mayo de 2013

Correr

Me ahogo. Me fallan las fuerzas y solo llevo en marcha 2 minutos. Y justo ahora viene lo peor: esa dichosa cuesta en curva que hace que parezca una sardina escalando un árbol... Pero me acuerdo de ti. Te veo golpeando tus puñitos haciendo el gesto de "trabajar" y gruñendo, no quieres trabajar y yo te obligo con el ceño fruncido. Eso me da fuerzas, si tú puedes yo puedo. Y sigo corriendo, lo justo para alcanzar los siguientes minutos. Miro el reloj... ¿¿¿ccóooommoooo??? aun me quedan 4 minutos para que suene la campana que marque los primeros 15 y creo morir, pienso en rendirme... Y vuelves a apoderarte de mi mente: ahora estás esforzándote porque entienda qué significa "samanía", me sonríes y lo repites, una y otra vez "mañana, 'samanía', verá mami?", y de pronto caigo en el contexto "¡ah sí!! mañana es el último día, ya no hay cole" y sonríes feliz de que te entienda. ¡Qué bueno!, eso me hace llegar a los 15 minutos y camino otro minutito, antes de la siguiente serie. Mente en blanco, solo pienso en recuperar la respiración. Un minuto que se hace pequeño, insuficiente. Pero suena y corro, más, poco más, pero corro. Y entonces ya no eres un flash en la mente, eres un continuo...
Te veo en la puerta del colegio el primer día, ahora subo la cuesta como si llevara alas en los pies.
Te veo con los cubiertos comiendo como un niño mayor, creo que puedo alcanzar a tu padre que corre delante mío.
Te oigo usando el  mami para llamarme después de 4 años de espera, no estoy cansada.
Te duchas solo, te vistes solo, hablas con la gente, saludas, ríes, escribes... y la respiración se calma...

Han transcurrido los 16 minutos y me has traído hasta la puerta de la casa. Tú no eres una persona, eres un motor a tracción. Tú consigues que quiera y, lo mejor, es que consigues que pueda.

lunes, 29 de abril de 2013

Prefiero vivir en una película Disney.


Hoy quiero decirte que sufro de la forma más absurda. No cuando me dices que un niño de sexto te ha cogido por el cuello en el recreo, que también. Ni cuando me cuentas que te dicen palabrotas y cosas feas, que también. Tampoco cuando miras sin ver a los niños que juegan, que por supuesto que también... Sufro viendo películas de Disney. Porque todas están dirigidas a ti y a mí.

Incluso Lilo y Stitch. Tú eres Lilo, y yo soy Stitch, intentando entrar en tu mundo, cansada como estoy de hacerte ver el mío como si fuera algo que merece la pena. Quién fuera Rapunzel y tener una torre altísima en la que solo entraran luces de colores, y gente buena. De esa gente buena que te quiere porque ve dentro de tus ojos, más allá de lo aparente, de lo preestablecido. Quién pudiera comprarte una selva y perdernos en ella, como Tarzán y su madre Kala, para decirte que nuestros corazones latieron juntos en el mismo cuerpo una vez, durante 9 meses, aunque yo sea pasable y tú extraordinario. Quién pudiera observarte desde el infinito transformado en oso, como Kenai,  soñando con alcanzar las luces de la aurora boreal que tocan el suelo, en algún punto incierto entre la ciencia y la magia. Quién fuera gárgola para darle alas a Quasimodo y que se anime a salir de la torre del campanario de Notre Dame, sin importar los prejuicios, ni las miradas, ni los miedos.

Dame un segundo delante de la pantalla de la tele, contigo o sin ti. Dame una hora y transformaré la realidad en una película de dibujos. Dame un día, un año o una vida... solo necesito una vida entera para cambiar este mundo que es tan feo que pare niños de sexto curso capaces de insultarte y cogerte por el cuello.

Ignorantes, cafres, malditos todos.



jueves, 4 de abril de 2013

Es de bien nacidos...

Es muy inquietante saber que me leéis. Estoy segura de que no doy la impresión de ser una persona que tiene mucho que decir.Que hablo mucho sí, pero sin  nada especialmente importante que decir. Y sin embargo,  ahí estáis, leyendo. Leyéndonos. Eso me genera una responsabilidad. Y creo que me gusta.

Entonces es el momento de pararme y reflexionar. O simplemente de daros la gracias. Yo soy muy pesada y doy las gracias por todo, por si acaso mañana viene un platillo volante, me abduce y nunca más volvéis a saber de mí. Imaginaos, yo en el zoo de seres humanos del planeta Cucurrucucú Paloma pensando "jooooo, debí ser más agradecida con los que se quedaron en La Tierra" y sin poder ponerle remedio. Inadmisible.

Así que voy a saldar la deuda. Gracias a los que me leéis incondicionalmente, de los cuales unos dejan rastro y otros no. Unos me lo decís en la calle cuando me veis, y otros no sabéis ni quién soy (ni falta que hace tampoco, ¿verdad?). Unos incluso me recomendáis y otros sufrís en silencio como en aquel famoso anuncio de la televisión. A todos os debo la constancia y la querencia. La comprensión y la capacidad de abrir vuestras mentes. De ver el mundo con mis ojos, que presentan la deformación profesional que te imponen las vicisitudes de la vida.

A pesar de mis tristezas, de mis lamentos, de mis penas, no os dejéis engañar. Soy inmensamente feliz, porque tengo un tesoro lleno de días, de vida, de luces, de color y de millones de sonrisas. Todo lo voy guardando en una cajita y de vez en cuando los saco a pasear en este blog. Un blog que no es el mejor, ni yo la bloggera ideal. Pero tiene un protagonista que es para conocerlo y vivirlo.

Os lo presto. Mi Salva es vuestro Salva. Y esa es mi forma de daros las gracias.

sábado, 9 de marzo de 2013

Piruetas





Naciste, y a partir de ahí el mundo dio un salto mortal con tirabuzón hacia delante...

Se me ocurren mil maneras de seguir esta frase, tantas que me daría para rellenar un libro en blanco de muchas hojas, como poco 4.018, una por cada uno de los días que llevamos juntos. Un libro que podría hablar de lágrimas, de dolor, de frustración... pero también de esa carita que pones cuando eres inmensamente feliz, del brillo de tus ojos, de tus dientes de conejillo, de tus dedos regordetes y blanditos... De tus frases épicas, de tus soledades...

Pero supongamos que lo que nos ha traído hasta aquí es que yo te quiero y tú me quieres. Que un día naciste y yo te cogí entre mis brazos sin tener muy claro qué era lo que sentía por ti. No te conocía de nada, aún me costaba amarte en el sentido estricto de la palabra. Ni siquiera estaba muy convencida de que si hablaba con la enfermera se te llevaría y si te he visto no me acuerdo. 

Menos mal que nunca tuve aquella conversación, porque hoy hace justo 11 años, los hará dentro de un rato a eso de las 14'08 h, y han sido los 11 años con más sentido de toda mi vida. Todo lo que soy ahora, la persona que se sienta aquí y desliza los dedos en el teclado, nació contigo el 9 de Marzo de 2002. Desde ese momento escribimos un presente juntos, la vida es un continuo transcurrir de hoy, hoy, hoy... Imposible no levantarse de la cama cada mañana adivinando horas de incertidumbre,  empeñado como estás en que cada día sea diametralmente opuesto al anterior. Es en  ese aparente caos en el que crecemos todos. Los tuyos.

Y no se me ocurre mejor forma de definirlo: salto mortal con tirabuzón hacia delante¡Sonrisa!, que los jueces hoy nos van a dar un 11. Feliz cumpleaños Salva.

jueves, 21 de febrero de 2013

Preguntadme a mí lo que es justo

Me gustaría poder decir eso de que dentro de unos años recordaremos todo esto y nos echaremos a reír. Pero no puedo porque mañana es solo un adverbio de tiempo, que diría el maestro. El anclaje al presente es obligado, combinado con vistazos al pasado: ¿Dónde estabas y dónde estás?, mi pregunta del millón matutino, cuando cansada de este viaje tan largo me pregunto qué estoy haciendo por ti. Tengo la sensación constante de que no hago nada, de que puedo hacer mucho más, de que podría sacar horas de los 20 minutos entre llevarte a ti a capoeira y recoger a tu hermano del tenis.

En febrero me siento delante de un calendario del año siguiente a ver cómo voy a casar el inglés, con el teatro, la logopeda con los cantos gregorianos... Y me doy cuenta de que no es falta de horas, ni de esfuerzo, ni de ganas, no me falta lucha, ni orgullo, ni casta, ni metas. Me falta dinero. Tan triste o tan sencillo como el puñetero y vil metal. Que vivimos (y lo hago extensivo a tantos que estamos en la misma guerra) pendientes de pagas exiguas y becas aun más exiguas, que nos dicen que se paraliza la ley de dependencia porque hemos abusado del sistema. Ese mismo sistema que me obligó a exhibirte como un mono de feria, en dos, tres o no sé cuántas entrevistas para que te dieran lo que necesitas, ni más ni menos. Que me digan a la cara que he abusado del sistema, yo que guardo cada recibo, cada transacción, cada pago como si mañana fueran a pedirme que se los devuelva. Que me digan que no te dan tu beca de NEE porque tenemos una casa y un garaje, como si eso fuera más importante que esas neuronas tuyas que te llevan por los derroteros que no son aptos para los cánones establecidos.

Es verdad que tenemos una casa y un garaje, pero ellos no te enseñan a leer ni a escribir, como si no fuera bastante con pagarle al banco todos los meses la parte contratante de la segunda parte. Y que, todo hay que decirlo,  generan unos gastos curiosos, como que todos los años me piden que rellene un papel para que nos reduzcan 35 míseros euros en el IBI por ser familia numerosa (verbigracia de este sistema del que se supone que abusamos), porque se supone que de un año a otro, antes de que acabe diciembre, se me ha muerto un chiquillo o me ha salido un tío rico que me ha transformado el adosado en palacete, al más puro estilo Urdangarín. Este año se me ha olvidado y tendré que pagarlo íntegro, puntual, que urge. No como la beca de NEE, que de esa seguimos sin noticias. Será que como el viaje es de allí para aquí, no importa si con ese dinero tengo que pagarte el comedor del colegio, porque total, como todo el mundo sabe este es un carro al que nos hemos subido por gusto. Siempre es un fabuloso lujo formar parte de una estadística: la de los  3.015.400  personas que en el año 2010 se les había valorado su grado de discapacidad.

Que digo yo, que para lo que sirve, mejor te podrían haber metido en la estadística de personas que usan bañadores de flores para ir a la playa. Al menos sería divertido.

domingo, 3 de febrero de 2013

In hell

Anoche pasé un rato amargo por gusto... vimos "Camino" en la primera, y no paré de llorar hasta un buen rato después. Mi cabeza no concibe el adoctrinamiento, concibo la fe, la esperanza de creer que al morir vamos a un sitio mejor a reencontrarnos con las personas que amamos. Concibo que hagamos lo imposible por curar a nuestros hijos, pero no que se nos diga que debemos resignarnos a perderlos...

Vi la Clínica Universitaria de Navarra, otra vez, y pensé que en ese sitio nunca pasaba nada bueno. Ahí se murió la esperanza de que lo de Salva fuera pasajero y renací siendo otra persona distinta. Más fuerte, más centrada, más luchadora. Pero no mejor, porque la inocencia se me fue a tomar viento. Tenía 31 años y me había dado un bofetón contra el suelo. Todavía hoy día  levanto algunos pedazos, otros se quedaron en Pamplona para siempre. Allí perdí yo también la imagen difusa de lo que era mi hijo.

Anoche pasé un rato amargo... no sé si por gusto. Pero me enfrenté a mis miedos, los lloré un rato y hoy tengo que seguir adelante. Porque tengo dos hijos. Porque les necesito. Y porque no puedo perder el tiempo.

jueves, 3 de enero de 2013

Galaxias y lunas

"Mira Salva, si te portas bien, hoy no llueve... porque si te portas mal, el cielo se enfada y entonces empieza a llover, ¿comprendes?, ¿cómo te vas a portar?". Y Salva comprende y otorga...

"Eloy, te acuera que ahí e' none fuimo ar cumpe ne Curro?". Y Eloy también asiente y otorga...

"Sí, Salva, ese sitio se llama "La Galaxia", pero en el cielo hay otra galaxia que está muy lejos". Y Salva mira incrédulo y medio se enfada...

"No voy a cielo, ¿eh?, a cielo no me gutta, ¿que no voy a cielo, mami?". Y yo asiento y otorgo...

"No, mi vida, no vas al cielo".Y  Eloy recoge el testigo empeñado en dar una clase magistral...

"Mira Salva, donde fuimos al cumple de Curro se llama "La Galaxia" pero ahí arriba en el cielo, muy lejos, muy lejos, hay una galaxia que es de color negro y es donde está el sol, la luna y las estrellas". Y capta la atención de Salva, que entorna los ojos y mira por la ventanilla del coche...

"¿Y enone etá la luna, Eloy". Y Eloy piensa, pero solo un segundo, antes de responder...

"La luna está en un sitio muy lejos que se llama China, pero esta noche viene otra vez para que tú la veas". Y Salva sonríe imaginando una luna viajera y Eloy sonríe satisfecho de sus clases de maestro precoz...

Y yo, mientras, me muero de amor.

¿Comprenden ustedes por qué?